El pasado 22 de marzo tuvo lugar una nueva conferencia en el marco del ciclo que Banco Sabadell ha organizado para analizar con sus empleados el impacto de la llegada de la Inteligencia Artificial para las empresas y la sociedad. El orador era, en este caso, Richard Benjamins, uno de los mayores expertos en este campo. En su charla puso el acento en el impacto que este tipo de tecnologías tendrán para las entidades financieras y sus clientes.
Durante su conferencia aseguró que la Inteligencia Artificial es un fenómeno imparable, destinado a transformar de forma radical no tan solo el día a día de las empresas si no también el conjunto de la sociedad, y que su implantación puede suponer inmensas ventajas y oportunidades de negocio. Pero también grandes problemas y riesgos si no se saben aplicar de forma adecuada, puesto que de su uso podrían derivarse, incluso, vulneraciones de los derechos fundamentales de los ciudadanos que podrían conllevar sanciones económicas.
Según explicó, mediante la IA será posible realizar, en tan solo unos segundos, operaciones que actualmente necesitan procesos que pueden alargarse durante semanas. Al mismo tiempo, se analizaron también los potenciales problemas que estas tecnologías pueden generar si no se aplican de forma correcta. Con sus pros y sus contras, lo que todos debemos tener claro es que la Inteligencia Artificial es un fenómeno imparable, que ha llegado para quedarse y que transformará de forma profunda no tan solo el funcionamiento de las empresas si no también la organización de nuestra sociedad.
Posibles aplicaciones de la Inteligencia Artificial en las empresas
Entre algunas de las principales aplicaciones que los sistemas de Inteligencia Artificial podrían traer en un futuro próximo destacó, entre otros, a los coches sin conductor o a la representación virtual -e indetectable- de seres humanos.
Así, en el mundo de la industria cinematográfica ya se ha visto cómo se estrenaban películas protagonizadas por actores recreados virtualmente con total perfección. En el ámbito de la política y las redes sociales han aparecido ya varios ejemplos de lo que se conoce como “Deep Fake”. Es decir, vídeos teóricamente protagonizados por representantes públicos pronunciando, ante cámara, discursos falsos o manipulados. El problema radica en que la reproducción de la imagen de esa persona es de una perfección técnica tal que resulta imposible detectar que se trata de un fraude.
Mención aparte merecería el ya popular Chat GPT, uno de los sistemas de IA de los que más se ha hablado durante los últimos meses, y que es capaz de redactar de forma instantánea, textos de todo tipo y de cualquier longitud, en todo tipo de idiomas y con una perfección sintáctica absoluta.
Para las empresas, la combinación de todas estas nuevas técnicas (creación de “personas virtuales” combinada con potentes motores de Inteligencia Artificial) podría suponer, por citar tan solo un ejemplo, la posibilidad de crear, por fin, “Asistentes Virtuales”, disponibles 24 x 7, capaces de realizar gestiones o resolver consultas con una fiabilidad muy superior a la que actualmente pueden ofrecer las personas reales. El problema radica en que -como se decía- resulta imposible saber que no se está interactuando con una ser humano, sino que se está hablando “con un robot”. Será necesario, por tanto, advertir al usuario de esta circunstancia si se usan este tipo de recursos.
En definitiva, las posibilidades -tanto en términos de oportunidades de negocio como de mejora de procesos internos- son inmensas. Como también lo son los riesgos si estas técnicas no se utilizan de forma apropiada. Por otra parte, su aplicación no es fácil ni rápida. En algunas grandes empresas españolas llevan ya más de 12 años trabajando en este sentido. Y el proceso no está siendo nada fácil. Para las entidades financieras, la Inteligencia Artificial podría ser muy útil, entre otras muchas cosas, para agilizar enormemente circuitos como los relacionados con la evaluación de riesgos, previos a la concesión de créditos.
Consecuencias sociales de la implantación de la Inteligencia Artificial
Benjamins habló también de las consecuencias que la llegada de estas nuevas tecnologías tendrá muy probablemente a nivel social. Una vez más, se ha referido tanto a las positivas (pueden ser muy útiles para predecir o solventar los efectos de fenómenos como catástrofes naturales) como a las negativas. Respecto a las segundas, ha insistido en el hecho de que su mala aplicación podría incluso suponer la vulneración de los derechos fundamentales de las personas. Al tratarse de sistemas totalmente automáticos, que funcionan sin ninguna intervención humana, y de forma autónoma, podría darse el caso de que, si no están correctamente programados sus decisiones pudiesen ser lesivas para los ciudadanos. Se hará, por tanto, necesaria una normativa que las regule con detalle.
Se refirió también a sus previsibles efectos sobre el mercado de trabajo. Según predice, este tipo de tecnologías cada vez hará más innecesaria la mano de obra humana. Habrá que pensar, por tanto, cómo se gestiona este nuevo escenario y si hay que implementar medidas como la Renta Básica Universal. Finalmente, un tercer factor que no puede ser ignorado es que se trata de tecnologías que emiten una gran cantidad de CO2 a la atmósfera.
Necesidad de nuevas regulaciones legales
Finalmente, según sus previsiones, se hará necesario que las autoridades públicas determinen de forma clara qué son y qué no son sistemas de Inteligencia Artificial, y por tanto qué sistemas y actividades deberán pasar a ser regulados por las nuevas normas que tendrán que promulgarse para ordenar su actividad. La definición de lo que es Inteligencia Artificial ha ido variando a lo largo del tiempo. Y aunque estas normas legales aún no existen, sí que se han promulgado ya diversas recomendaciones para empezar a gestionar los enormes retos éticos que su llegada pone encima de la mesa.
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